Comenzamos la semana con un bonito poema de Gabriela Mistral (Premio Nobel de Literatura en 1945). Lo descubrimos a través del blog de Elena Bau y queríamos compartirlo con vosotros.
Hay besos que
pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada,
hay besos que se dan con la memoria.
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada,
hay besos que se dan con la memoria.
Hay besos
silenciosos, besos nobles,
hay besos enigmáticos, sinceros,
hay besos que se dan solo las almas,
hay besos por prohibidos, verdaderos.
hay besos enigmáticos, sinceros,
hay besos que se dan solo las almas,
hay besos por prohibidos, verdaderos.
Hay besos que
calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.
Hay
besos problemáticos que encierran
una
clave que nadie ha descifrado,
hay
besos que engendran la tragedia
cuantas
rosas en broche han deshojado.
Hay
besos perfumados, besos tibios
que
palpitan en íntimos anhelos,
hay
besos que en los labios dejan huellas
como
un campo de sol entre dos hielos.
Hay
besos que parecen azucenas
por
sublimes, ingenuos y por puros,
hay
besos traicioneros y cobardes,
hay
besos maldecidos y perjuros.
Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.
Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.
Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien, son besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.
¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.
¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.
Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.
Esos besos de amor no te los dará nadie, jamás.
Fotografías: Elena Bau
Texto Vía: Blog Elena Bau
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